Jorge Juan Fernández Álvarez, jefe de cancha de la lonja de Avilés. Tiene 50 años y lleva desde los 33 trabajando en la lonja de Avilés. Es hijo y nieto de trabajadores de la rula avilesina. Su trabajo es conseguir que todo lo que entra en la lonja salga correctamente subastado y en las condiciones óptimas de conservación.

“Yo soy la tercera generación de trabajadores de la lonja. Empezó mi abuelo, Pepe Fernández, que fue el cajero de la rula. Mi padre, José Luis Fernández, de Valliniello, entró ya con 17 años. Una de las cosas que hizo fue cantar la subasta. Me imagino que sería en perronas o en céntimos. Fue desde jefe de personal, director de Conservas Casares, estuvo en la Federación de Cofradías destinado en Madrid…”

“Por parte de mi madre la familia es de Cudillero. Mi abuelo era marinero. El tema de la pesca siempre se vivió en mi casa, pero para mí era como si mi padre trabajara haciendo fotocopias. No le daba ninguna importancia. Siempre tengo una anécdota. Cuando empecé a trabajar en la rula un día me llegó un chaval que quería saber si aquello era chicharro o sardina y tuve que ir a preguntarlo. No sabía diferenciar”.

“Entré a trabajar aquí con 33 años. Madre, antes de la lonja trabajé de todo. Fui hasta portero de discoteca. ¿Te acuerdas del ‘Truébano de Garabiza’, en Galiana? Yo estuve allí de camarero. Trabajé de pintor; en Fertiberia en una contrata de limpiezas; en una fábrica de piraguas en Avilés estuve 5 años. Fue cuando me llamó mi padre para decirme que si quería entrar en la rula no iba a tener problema. Ya ves. Entré hace 17 años y llevo diez de jefe de cancha”.

“La palabra jefe de cancha he intentado erradicarla. ‘Jefe’ hoy tiene hasta connotaciones negativas. Y ‘cancha’ parece que es una cancha de tenis. Me encargo de que todo el pescado que entre en la rula de Avilés se tiene que pesar y subastar. Tengo un equipo a mi cargo. Cada uno de los pececitos que entran en la rula pasan bajo mi responsabilidad. Me encargo de que, en todo momento, las embarcaciones estén bien atendidas y luego que la subasta se produzca con fluidez y que no haya muchos altercados”.

“Eso sí que es complicado porque en la subasta de pescado no tienes margen de maniobra. En el momento en el que empieza, ya no hay marcha atrás. Es un proceso muy rápido en el que hay una transacción económica y donde tiene que estar la gente muy atenta. Nosotros vendemos una caja cada 4 segundos. Eso requiere mucha veteranía, tener los nervios bastante templados y el culo pelado. Porque hay dinero de por medio, hay transacciones. Los armadores traen pescado y lo que ellos quieren es ganar dinero. Los compradores también. Nosotros estamos en el medio. Siempre digo que somos un árbitro del Madrid-Barcelona y siempre pitamos fuera de casa”.

Mi padre tiene 79 años, coincidimos poco tiempo en la rula. Él siempre me dijo que tratase de mantener distancia emocional porque el conflicto es relativamente fácil al tener acción de arbitraje. Tú tienes que ser como en El Corte Inglés, decía, tienes que tener vocación de servicio y atender unos a otros, pero con distancia y con profesionalidad”.

“Ramón, el gerente, siempre dice una cosa que me costó entender. Dice que ser honrado es muy fácil porque se trata de no meter la mano la caja. Lo difícil es ser justo. A mí me toca ser justo. Si tienes una jurisprudencia detrás muy potente uno se puede apoyar en ella. Pero en la rula hay mucha ambigüedad. En el tema del pescado tú vas a ver una cosa y yo voy a ver otra distinta. Siempre hay una infinita gama de colores. Entre el blanco y el negro hay millones de grises”.

“La rula ha cambiado muy poco en esencia porque la subasta sigue yendo a la bajada, es igual que sea por una pantalla, como aquí, que sea con un paisano gritando. Avilés fue de las primeras lonjas que puso un sistema electrónico de subasta. Cuando tienes mucho volumen de pescado todo lo que sea dinamizar esos procesos, ayuda. En la rula de Avilés las cajas no tocan el suelo nunca. Con nosotros el pescado siempre está paletizado y se pone a subasta en una cinta aquí que costó en su momento cien millones de las antiguas pesetas”.

“Desde la cadena de frío, a los procesos de subasta, hay un rigor total y absoluto. En una subasta a la voz igual tienes 25 tíos alrededor y en un momento dado dos levantan la mano a la vez. ¿Quien se la lleva? ¿El que factura en la lonja cinco millones o el que factura quince mil euros? ¿Tú por quién crees que se inclinará el subastador? Sin embargo, en Avilés hay un proceso, se aprieta un botón y punto y se acabó y ya está. Y no se puede discutir nada. Son procesos que dan transparencia. Trabajamos con una marca de pescado de confianza y eso es lo que tratamos de transmitir”.

La rula está en torno a los 40 y pico millones de facturación anual. El récord de venta en un día creo que está en un millón de euros. Pero es muy irregular. Un mes de mal tiempo hay una caja y en la campaña de bocarte te dan ganas de llorar. Son jornadas muy duras, de las 6 de la mañana a las 9 de la noche. Hay un dicho, que no se si ahora es machista y que dice: la mar ye muyer y lo da cuando ella quier”.

“No nos engañemos, la parte extractiva está complicada desde que entramos en la Unión Europea y se empezó a trabajar con el sistema de cuotas. Estamos limitados por la política pesquera común y ahí no te puedes mover ni un milímetro. Las cuotas, junto con la Inspección Pesquera, ha hecho que los empresarios que tienen dinero no lo metan en la mar. Los empresarios quieren ganar dinero y ellos ven que es complicado ganarlo si no puedes pescar”.

Pero sigue habiendo pescado en la mar. Tenemos una mar muy rica, no lo olvidemos. Ahí tenemos una riqueza delante de las costas asturianas y de la costa cantábrica, eso que nos engañen nadie, que nadie piense que no hay pescado. Es un discurso ecologista que carece de fundamento. Se ha demostrado con la campaña del bocarte y el bonito». «Si conoces el sector, los barcos que tenemos aquí delante son barcos artesanales. Contra los que luchan los ecologistas es contra los grandes grandes barcos factoría, que están trabajando una manera brutal. No los puedes comparar con la flota que tenemos en todo el Cantábrico. Pero a la gente le llega el discurso catastrofista”.